viernes, 6 de marzo de 2009

DE EQUINOCCIO A APOCALIPSIS. Por Valmore Muñoz Arteaga

El nombre de Apocalipsis no sólo debe ser relacionado con un instante determinado dentro de la literatura zuliana, sino que debe verse además como una expresión de un momento muy intenso dentro de las letras venezolanas. Tan intenso que la literatura nacional no volvió a ser la misma, en especial, en el mundo maravilloso de la poesía. La década de los años 50 son determinantes para lo que vendría a tejerse luego en el arte de las palabras. Una década íntimamente relacionada con el verdadero sentir de la vanguardia surrealista y su significado libertario. Un significado que no supieron manejar ni valorar los integrantes de Viernes, pero que si explotarían los jóvenes poetas que tomarán la palabra a mediados del siglo XX. Poetas valientes que toman como punto de partida sus experiencias en el exterior, particularmente en Santiago de Chile donde entrarán en contacto con un universo de imágenes que, unidas a sus previas lecturas de los surrealistas y futuristas europeos, forjarán un puente simbólico hacia otros mundos atrapados dentro ellos mismos. El contacto con Mandrágora fundado en 1939, la obra poética de Pablo Neruda, Rosamel del Valle, Pablo de Rokha y el Vicente Huidobro de Ciudadano del Olvido, harán posible que el surrealismo entre al país con el vigor y la conciencia necesarias para abrir definitivamente las compuertas de la modernidad poética nacional.

Entre esos jóvenes están Adriano González León, Juan Sánchez Peláez, Salvador Garmendia y Hesnor Rivera. Todos ellos intentaron formar en Caracas una agrupación literaria cuyo nombre sería Equinoccio. Adriano González León y Hesnor Rivera se sentaron a definir un manifiesto con el cual irrumpir en las letras venezolanas. Sin embargo, no corrieron con mucha suerte. Diversas razones obligaron a estos jóvenes tomar rumbos distintos. Hesnor Rivera vuelve a Maracaibo y en 1955 funda Apocalipsis. Hay un hecho significado que apura definitivamente la fundación del grupo. Al poeta de Silvia lo invitan a dar un recital en la casa de una familia privilegiada de la ciudad. Había gente interesada en conocer los poemas que Hesnor había logrado publicar en Santiago de Chile. La lectura de esos poemas causó horror en la sensibilidad prejuiciosa de los asistentes y ese horror horrorizó al joven poeta, quien decide huir hacia los confines de la noche donde se ubicaba el Bar Piel Roja. Allí nace Apocalipsis. Por otro lado, un par de meses después se funda en Caracas el grupo “Sardio”, allí estarán el resto de los miembros del fallido Equinoccio. Ya se habían publicado dos libros, dos poemarios que son, sin lugar a dudas, el nacimiento cierto del surrealismo venezolano, estos poemarios son “Elena y los elementos” (1951) de Sánchez Peláez y “Fiat Lux y otros poemas” (1954) de José Lira Sosa.

Hesnor Rivera y los poetas de Apocalipsis comprendieron que la palabra, centro vital de la poesía, era (y es) un instrumento de y para la libertad. La libertad más absoluta. Entendieron cómo podían rescatar a las palabras del mundo de los sueños, rescatarlas para vencer a la muerte. Ese mundo de los sueños no es otro que el que hemos reprimido en nosotros para complacer, para acomodarnos falsamente en una sociedad no menos falsa, una sociedad de privilegiados que se reparten en distintas instituciones de control como la Iglesia y el Estado, principalmente. A los libros de Sánchez Peláez y Lira Sosa, se une “Paraíso de los Condenados” de Régulo Villegas, único libro que publicó un poeta de Apocalipsis en esa época de esplendor creativo. Desgraciadamente, la pobreza de sus miembros los obligó a fiar la publicación y, como corresponde, a no pagarla de esta manera ese libro se perdió en el tiempo. Había un segundo libro preparado, se llamaba “Apuntes de un Resucitado”, era de Hesnor. Nunca se publicó. La modesta aventura editorial de Apocalipsis llamada “Caballito del Diablo” desapareció.

Así, entre empresas concretadas y otras con menos suerte, se forjó el movimiento surreal en Venezuela, en pleno corazón de una oscura dictadura. Muchos de estos poetas tuvieron que salir al exilio, entre otras cosas, porque este pueblo suele ser muy conformista y de escasas ambiciones de progreso, conductas que contrastaban con el espíritu liberal y libertario de estos artistas de la imagen poética. Por esas vueltas misteriosas del azar terminan casi todos en París, donde reforzarán su compromiso con la palabra y con la libertad que de esta se desprende.

1 comentario:

  1. "este pueblo suele ser muy conformista y de escasas ambiciones de progreso, conductas que contrastaban con el espíritu liberal y libertario de estos artistas de la imagen poética"

    Cómo es de cíclica la historia grande y menuda.., cómo nos espera en cada esquina!! Por fortuna la palabra es el sol para la noche y para todos, la memoria y la certeza cuando todo lo demás se acaba...

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